La infidelidad en la pareja y su recuperación
La infidelidad es un suceso terrible para la
pareja, destroza la confianza necesaria para mantenerla y produce en el
traicionado devastadoras reacciones psicológicas. En esta página se resume un
tratamiento psicológico que ayuda a la recuperación psicológica del
traicionado, para lo que es preciso hacer un proceso de perdón, se desee o no
la reconciliación, porque una cosa es perdonar y otra diferente reconciliarse.
La recuperación de la pareja después de la infidelidad
Este artículo sobre la infidelidad define qué
es, los efectos devastadores que tiene en la pareja traicionada y plantea la
posibilidad de recuperar la relación explicando los pasos necesarios para
superarla y reconstruir la relación sobre nuevas bases.
La infidelidad en las relaciones de pareja es
la primera causa de divorcio; produce
unas fortísimas reacciones emocionales y causa ansiedad y depresión. Pero no
todas las parejas en las que se da la infidelidad se separan algunas mantienen
su relación por muchas razones. Algunas de esas parejas acuden a terapia; pero
la recuperación de la pareja después de la infidelidad es uno de los problemas
más difíciles de la terapia de pareja.
Actualmente se están obteniendo los primeros
resultados de los trabajos empíricos en el campo; pero no existen métodos
establecidos para realizar esta tarea que estén totalmente probados. La
situación actual consiste en poner en común las experiencias de los
profesionales y de los investigadores para diseñar un método que luego pueda
ser probado empíricamente. El presente artículo recoge las citadas
experiencias y plantea detalladamente un
camino hacia la reconciliación de la pareja que pasa por un proceso terapéutico
de pedir perdón y perdonar.
Índice
1..... Introducción
2..... Qué es la infidelidad
2.1...... Efectos de la infidelidad
3..... El camino para continuar la relación: El
perdón
3.1...... Qué es el perdón
3.2...... Qué no es perdón
4..... La reconstrucción de la pareja, tareas y
fases
4.1...... Evaluación de la pareja y de la
infidelidad
4.2...... Desactivación emocional
4.3...... El proceso hacia la reconciliación:
pedir perdón y ser perdonado
4.4...... La reconciliación
Introducción
La infidelidad en las relaciones de pareja
tiene consecuencias devastadoras. Es la primera causa de divorcio (Hall y
Fincham, 2006) no solamente en occidente sino en otras muchas culturas
estudiadas (Betzig, 1989) y está asociada al maltrato de la esposa o a su
asesinato (Daly y Wilson 1988). Puede causar al traicionado angustia y le puede
desencadenar ataques de furia y sentimientos de humillación (Buunk y van Driel,
1989; Daly y Wilson, 1988; Lawson y Samson, 1988) también está asociada a la
depresión mayor y a la ansiedad (Cano y Leary, 2000).
No todas las parejas en las que se da la
infidelidad se separan, algunas se reconcilian y continúan su relación
superando el problema. El proceso de reconciliación es difícil y muchas veces
es necesaria la intervención terapéutica para llevarlo a cabo. La infidelidad
se considera, además, uno de los más difíciles asuntos a tratar en la terapia
de pareja (Whisman, Dixon, y Johnson, 1997).
Dentro de la línea de establecer tratamientos
basados en la evidencia, se están obteniendo los primeros resultados
alentadores basados en estudios empíricos sobre su eficacia (Gordon, Beaucom y
Snyder, 2004; Atkins, Eldridge, Baucom, y Christensen, 2005); pero dada la
limitación de estos estudios, actualmente se está poniendo en común la
experiencia de los profesionales, tanto clínicos como investigadores, lo que
permitirá establecer métodos de tratamiento basados consensuados sobre los que
se podrán continuar los estudios empíricos que los validen (Dupree, White,
Olsen, y Lafleur, 2007).
Dupree y otros (2007) han realizado una
revisión de los métodos ahora existentes para proponer un tratamiento basado en
el consenso entre los expertos. En todos los que consideran encuentran como
elemento fundamental la propuesta de que se dé un proceso de perdón que lleve a
la reconciliación. El perdón es un
proceso que tiene efectos saludables en la persona que perdona promoviendo su
salud mental; pero ha sido incorporado al quehacer terapéutico en fechas muy
recientes y no hay un consenso muy elaborado sobre cuales son los procesos que
se han de seguir para llevarlo a cabo (Wade, Johnson, y Meyer, 2008). Se puede
afirmar que la reconciliación que se busca en la pareja después de la
infidelidad tiene que pasar por un proceso de pedir perdón y perdonar. El
propósito de este artículo es profundizar en como se puede llevar a cabo el
proceso de reconstrucción de la pareja en el contexto de la infidelidad.
Qué es la infidelidad
La fidelidad es una de las bases sobre las que
se construyen la inmensa mayoría de los matrimonios y de las parejas que
mantienen una relación estable. Ahora bien, raramente se establece de forma
explícita y clara en qué consiste ser fiel. Muchas veces no se hacen explícitos
los comportamientos que son admisibles para cada uno en la relación de pareja.
Se dan por supuestos, es decir, se establecen de forma implícita de acuerdo con
elementos como los usos sociales, o las costumbres y suposiciones de las
familias de origen o del contexto social de cada cual. Por ello, puede que lo
que es infidelidad para el traicionado no lo sea para el que ha sido infiel.
Por ejemplo, el uso de pornografía puede ser considerado normal por el marido,
mientras que la mujer lo considera una traición porque él está pensando en
otras mujeres en lugar de en ella; o el contacto amistoso con anteriores
parejas puede ser considerado infidelidad por una parte, mientras que la otra
lo considera normal. En consecuencia, en la consulta es importante evaluar en
cada caso lo que significa infidelidad para cada miembro de la pareja, porque
lo que puede parecer un intento de quitar importancia al hecho por parte del
que ha sido infiel puede que sea realmente una diferencia de estándares a la
hora de considerar lo que es infidelidad.
Generalmente se ha venido considerando la
infidelidad como el hecho de tener relaciones sexuales fuera de la pareja.
Ahora bien, en los últimos tiempos se ha ampliado esta definición teniendo en
cuenta otros hechos que constituyen también infidelidad como las relaciones
emocionales y románticas. Así Hall y Fincham (2006) siguiendo a Glass (2002)
consideran la infidelidad como “una relación sexual, romántica o emocional que
viola el compromiso exclusivo con la relación de pareja”. Otros autores como
Zola (2007) incluyen otros elementos como la traición en temas de la economía
de la pareja, como por ejemplo, dilapidar el dinero común. Ampliando así el
concepto de infidelidad se podría llegar a considerar como tal cualquier
violación grave del compromiso en el que se basa la pareja, como por ejemplo
tomar decisiones importantes que afectan a la pareja sin tener en cuenta al
otro o no llevar a cabo el apoyo que se espera en la enfermedad o en la
desgracia. Pero ese tipo de problemas, más general, que afectan de forma grave
a la pareja y pueden llevar a su disolución, no ha sido considerado como
infidelidad en casi ningún estudio y por casi ningún terapeuta. Por tanto, en
este artículo, nos atemos a la definición de infidelidad de Hall y Fincham
(2006) como la ruptura del compromiso exclusivo de la pareja por el
establecimiento de una relación sexual, romántica o emocional.
Las nuevas tecnologías introducen también
elementos adicionales de ambigüedad en la consideración de lo que es o no es
infidelidad. En efecto, la mejora de la comunicación hace más accesible la
infidelidad, y más barato, ya que basta con el ordenador de casa o del trabajo
para establecer fuertes relaciones emocionales o con contenido sexual con
alguien ajeno a la pareja. En las relaciones a través de Internet se encuentran
menos definidos socialmente los límites de lo que constituye la infidelidad.
Por ejemplo, si una persona considera que solamente el sexo real supone una
infidelidad, puede establecer fuertes relaciones emocionales e incluso sexuales
a nivel virtual sin considerar que por ello ha traicionado a su pareja. Henline
y Lamke (2003, citado por Hertlein y Piercy, 2008) estudiando la infidelidad
que se puede dar a través de Internet llegaron a la conclusión de que hay que
considerar como tal, además de las relaciones sexuales, chatear con contenido
sexual, las citas online, planes para quedar en la realidad con el contacto que
se tiene en la red, flirtear, traicionar las confidencias del otro miembro,
tener secretos para el otro, ya que este tipo de relaciones tiene los mismos
efectos en la pareja que la infidelidad fuera del mundo virtual.
Un aspecto importante de la infidelidad es el
hecho de que, en general, se da en secreto. El secreto es un aspecto que
implica traición a lo pactado tácitamente y es un elemento importante a la hora
de romper la confianza necesaria y básica sobre la que se establece la relación
de pareja. Se plantea así uno de los objetivos terapéuticos más difíciles, la
restauración de esa confianza (Epstein, 2005; Lusterman, 2005).
Efectos de la infidelidad
Como se ha dicho en la introducción, la
infidelidad es la primera causa de divorcio (Hall y Fincham, 2006) y puede
llevar a la angustia y a la depresión. Desde un punto de vista conductual,
Gordon y Baucom (1999) citan las siguientes conductas como reacción al
descubrimiento de la infidelidad:
Cognitivas: una de las primeras reacciones de la persona
engañada son rumiaciones acerca de lo ocurrido, que pueden llegar a ser tan
abrumadoras e incontrolables que pueden interferir en la concentración y en la
capacidad de llevar a cabo el funcionamiento diario normal. Otra de las
respuestas más importantes asociadas al descubrimiento de la infidelidad es el
cambio en la forma de ver al infiel y la relación de pareja, se quiebra la
confianza tanto en esta pareja como en otras futuras llegando a no sentirse
seguro en una relación, también se ha deteriorado su capacidad de predecir y
enfrentar el futuro.
Conductuales: Pueden darse reacciones de agresividad del
traicionado generando violencia contra la pareja o contra el tercero. La
reacción más común es la evitación del infiel, llegando a la separación
inmediata; como una evitación del sufrimiento producido por la infidelidad y
del que supone la interrelación en esas circunstancias. Otras reacciones
conductuales que pueden aparecer son: una hipervigilacia para conseguir la
seguridad de que el affaire se ha acabado, la realización obsesiva de preguntas
indagando en lo que ha pasado, y una comunicación con índices muy altos de
agresividad.
Emocionales: el sufrimiento emocional es enorme. Aparecen
sentimientos de rabia, de ridículo, depresión, ansiedad, sentimiento de ser
víctima de alguien muy querido, etc. El descubierto a veces puede desembocar en
una depresión asociada a la pérdida del amante, a de la pareja, o a la
variación de un statu quo que le era muy beneficioso. Muchos autores consideran
que las reacciones emocionales que se dan en la víctima de la infidelidad son
similares a las que aparecen en el trastorno por estrés postraumático (Allen y
otros, 2005; Gordon y Baucom, 1999, Gordon y otros, 2004, Lusterman, 2005). Por
ejemplo, Lusterman (2005) describe así las consecuencias de la infidelidad que
son similares a los indicios de que se ha dado un trauma: Dificultades en el
sueño, irritabilidad con ataques de ira, hipervigilancia para asegurarse de que
no se van a dar de nuevo los problemas, una exagerada respuesta de susto, una
fuerte reacción fisiológica a los estímulos que le recuerden la traición, por
ejemplo, películas, TV, comentarios, etc. Aunque no se cumplen las condiciones
de trastorno por estrés postraumático que exige el DSM-IV porque no existe
amenaza física a la vida de la persona traicionada, es conveniente que el
infiel sepa que estas reacciones son consecuencia de sus actos y que no son
extrañas ni incomprensibles y que pueden extenderse en el tiempo. Poner una etiqueta
como trauma o trastorno por estrés postraumático puede servir para este fin
(Gordon y otros, 2004).
Una alternativa en este sentido es dar una
explicación lógica y entendible, como la que propone la teoría en la que se
basa la terapia de pareja basada en la emoción para que entienda que las
reacciones de la persona engañada son consecuencias de sus actos. Esta teoría
afirma que las emociones que siente el traicionado son una reacción al daño que
se ha realizado al vínculo sobre el que se basa la pareja y que es similar al
que se da entre los padres y los hijos (Johnson, 2005). El traicionado ha
perdido la base segura sobre la que podía realizar la exploración de nuevas
conductas y obtener seguridad y apoyo en las dificultades que podría encontrar en
su vida. Esa pérdida genera las reacciones que se han mencionado, que son tan
fuertes como las que se dan en el trastorno por estrés postraumático, porque de
forma similar a lo que ocurre en el trastorno por estrés postraumático el
traicionado siente que sus relaciones en el mundo ya no son seguras y que
cualquier persona puede hacerle daño, puesto que se lo ha hecho la persona que
más quería, en quien más confiaba y que se había comprometido a ayudarla en
todas las circunstancias. Considerarlo de esta forma ofrece la ventaja de que
se puede hacer ver al infiel las consecuencias de la infidelidad, indicándole
que ha producido a la pareja un trauma y, además, se le puede indicar que las
reacciones que tiene son consecuencia del trauma producido por su acto y, en
este sentido, son normales y no patológicas.
El camino para continuar la relación: El perdón
El daño inflingido al traicionado es muy
importante y su reacción inmediata es contra el infiel; pero esta reacción
lógica y natural tiene sus problemas. La siguiente metáfora los ilustra y puede
servir para explicar al traicionado el camino hacia su salud psicológica. Es
una forma de presentar el perdón como método terapéutico, sin mencionar la
palabra perdón que tiene muchas connotaciones que pueden hacer difícil entender
el proceso terapéutico del perdón.
Cuando alguien te hace daño es como si te
mordiera una serpiente. Las hay que tienen la boca grande y hacen heridas
inmensas. Curar una mordedura así puede ser largo y difícil; pero cualquier
herida se cierra finalmente. Pero el problema es mucho peor si la serpiente es
venenosa y te deja un veneno dentro que impide que la herida se cierre. Los
venenos más comunes son el de la venganza, el del ojo por ojo, el de buscar
justicia y reparación a ultranza. El veneno puede estar actuando durante muchos
años y la herida no se cierra, el dolor no cesa durante todo ese tiempo y tu
vida pierde alegría, fuerza y energía. Cada vez que piensas en la venganza, o
la injusticia que te han hecho, la herida se abre y duele, porque recuerdas el
daño que te han hecho y el recuerdo del sufrimiento te lleva a sentirlo de
nuevo. Sacar el veneno de tu cuerpo implica dejar de querer vengarse, en
resumen dejar de hacer conductas destructivas hacia quien te mordió. Como te
decía solamente pensando en la venganza el veneno se pone en marcha. Por eso,
si quieres que la herida se cure, has de dejar los pensamientos voluntarios de
venganza hacia quien te hizo daño. Indudablemente tendrás que procurar que la
serpiente no te vuelva a morder; pero para eso no tendrás que matarla, basta
con evitarla o aprender a defenderte de ella o asegurarte de que lo que ha
ocurrido ha sido una acción excepcional que no se volverá a repetir. En la búsqueda de la justicia tienes que
tener en cuenta que no se trata de dejar de defender tus derechos, se trata de
no buscar en ella un desahogo emocional.
Perdonar es un elemento relativamente nuevo en
la terapia, comienza a introducirse tímidamente en los años 70; pero no es
hasta los 90 cuando se empieza a considerar una herramienta terapéutica a tener
en cuenta (Wade y otros, 2008), aunque sus efectos positivos en la persona son
importantes.
Hay consenso en considerar que perdonar
consiste en un cambio de conductas destructivas voluntarias dirigidas contra el
que ha hecho el daño, por otras constructivas. (McCullough, Worthington, y
Rachal, 1997). Algunos consideran que
perdonar no solamente incluye que cesen las conductas dirigidas contra el
ofensor, sino que incluye la realización de conductas positivas (Wade y otros,
2008). Como indica la metáfora anterior, es preciso dejar de pensar en las
conductas destructivas; pero esforzarse en dejar de pensar en algo voluntaria y
conscientemente lo único que consigue es incrementar su frecuencia (Wegner,
1994) solamente un pensamiento consciente y voluntario más importante podrá
sustituirlo. En consecuencia, para perdonar, es preciso comprometerse, por el
propio interés, con el pensamiento de querer lo mejor para esa persona, aunque
sea solamente que recapacite y no vuelva a hacer daño a nadie o deseando que le
vaya bien en la vida, etc.
Si el proceso de perdón se hace adecuadamente,
se modificarán en consecuencia, los sentimientos hacia el ofensor. Aunque
algunos autores consideran que son los sentimientos los que originan las
conductas, desde la terapia de aceptación y compromiso se parte de que los
pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones no condicionan
obligatoriamente la conducta y que lo importante es la modificación de la
conducta, que finalmente llevará a un cambio en los pensamientos, sentimientos,
sensaciones y emociones. Por eso, perdonar no es contingente con la reducción o
cese total de los pensamientos o sentimientos “negativos”; no es un estado
afectivo o una condición emocional ni una colección de pensamientos y
sentimientos; perdonar es una conducta libremente elegida de compromiso y
determinación (Zettle y Gird, 2008). Pero perdonar no implica necesariamente la
reconciliación. La reconciliación implica continuar la relación con el infiel
y, en esa relación, ha de haber conductas constructivas explícitas.
Qué no es perdón
Debido a que perdón es una palabra muy cargada
ideológicamente, proponer los pacientes que realicen un proceso de perdón puede
llevar a malos entendidos y por ello es necesario discutir con ellos qué es y
qué no es el perdón que se propone. Algunos de los puntos que puede ser
necesario aclarar son los siguientes:
El perdón no incluye obligatoriamente la
reconciliación. El perdón se da en varios niveles y, por tanto, no implica
necesariamente la reconciliación con la persona, porque la reconciliación es un
proceso de dos, mientras que el perdón es un proceso personal. Por tanto, el
perdón no supondrá nunca restaurar la relación con alguien que con mucha
probabilidad pueda volver a hacer daño.
El perdón no implica olvidar lo que ha pasado.
El olvido es un proceso involuntario que se irá dando, o no, en el tiempo.
Solamente implica el cambio de conductas destructivas a positivas hacia el
ofensor, tal y como se ha indicado.
El perdón no supone justificar la ofensa que se
ha recibido ni minimizarla. La valoración del hecho será siempre negativa e
injustificable, aunque no se busque justicia o se desee venganza.
El perdón del que se trata tampoco supone
obligatoriamente levantar la pena al ofensor y que no sufra las consecuencias
de sus actos. Para que se dé la reconciliación es preciso que el ofensor
realice una restitución del daño que ha causado, si es posible, o cumpla la
pena que la sociedad le imponga. El perdón consiste en que el que perdona deja
de buscar activamente que se haga justicia y es parco en las consecuencias que
busca y no intenta obtener una descarga emocional junto con la justicia.
Hay ideas erróneas asociadas con el perdón como
que si se perdona no se debe acordar o sentirse enfadado por lo ocurrido.
Recordar algo es un proceso automático que responde a estímulos que se pueden
encontrar en cualquier parte y los sentimientos que se tienen no se pueden
modificar voluntariamente, las respuestas a esos sentimientos si pueden llegar a
ser voluntarias.
Perdonar no es síntoma de debilidad, porque no
se trata de dar permiso al otro para que vuelva a hacer daño, sino que se puede
perdonar cuidando de que no nos hagan daño de nuevo.
El perdón no es un acto único que se hace en un
momento dado, es un proceso continuo que se puede ir profundizando y
completando a lo largo del tiempo. Por eso se dan varios niveles de perdón
(Case, 2005) que se pueden considerar como una serie de tareas que van
completando e incrementando el proceso hasta llegar al grado más completo de
perdón. El primer paso consiste en dejar de hacer conductas destructivas
abiertas y explícitas (como cesar de buscar venganza o justicia, quejarse a
todo el mundo, etc.) o encubiertas e implícitas (como desear conscientemente mal
al agresor, rezar para que le pase algo malo, rumiar el daño que se ha
recibido, etc.). El segundo nivel es hacer conductas positivas hacia él.
Completando el perdón se llega a poder restaurar la confianza en él agresor.
Considerar que en el proceso del perdón se pueden alcanzar distintos niveles de
relación con el perdonado, implica que para entender realmente en qué consiste
el perdón terapéutico y hasta donde está dispuesto a llegar el paciente, sea
necesario explicar con detalle el proceso que, en cada caso, se va a seguir
para perdonar.
La reconstrucción de la pareja, tareas y fases
Una de las primeras preguntas que se hacen las
parejas cuando llegan a la terapia es si es posible o no recuperar la ilusión y
el amor. La respuesta a esta pregunta es que es posible recuperar una relación
totalmente gratificante, salvo que no haya cooperación de uno de los miembros o
que el daño debido a la traición sea demasiado grande para poder con él
(Cordova, Cautilli, Simon y Sabag, 2006). La reconstrucción de la pareja es
posible el 35% sobreviven a la infidelidad (Van Leeuwen y Rokx, 2009) y la
mayoría sin ayuda terapéutica. Estudiando los procesos que han seguido estas
parejas Olson, Russell, Higgins-Kessler y Miller (2002) identifican las
siguientes fases:
La fase de montaña rusa, en la que se dan
tormentas emocionales.
La fase de moratoria en la que se reflexiona
sobre lo ocurrido y se trata de entender. Sin que desaparezcan las reacciones
emocionales, se trata de buscar el significado a lo que ha ocurrido.
Construcción de la confianza. Reconstruir la
confianza implica volver a retomar la relación, tomar la responsabilidad de lo
ocurrido, reasegurar el compromiso, incrementar la comunicación y el perdón.
Según Olson y otros (2002) aunque las personas
infieles dicen claramente que la infidelidad no fue algo positivo, muchos de
ellos, describen cambios provechosos en su vida a raíz de la infidelidad. Así
afirman que se ha desarrollado una relación de pareja más íntima, ellos son más
asertivos, han colocado la familia en un lugar más importante en sus vidas, se
cuidan mejor ellos mismos, y se dan cuenta de la importancia de la comunicación
en la pareja.
En el camino de la reconciliación que se da en
estas parejas destacan como elementos importantes la continuidad de la
comunicación, encontrar ayuda fuera de la pareja, tener mucha paciencia y
ofrecer el perdón (Olson y otros, 2002). La gran mayoría de los autores, de
forma análoga, proponen una serie de fases en las que se van organizando los
procesos hacia la reconciliación. Consideran una primera etapa de desactivación
del impacto emocional que ha sufrido el traicionado. En ella se incluye la
evaluación y la planificación del tratamiento. Una segunda etapa que enfatiza
en los procesos cognitivos que permiten el reencuadre de lo ocurrido.
Finalmente, una tercera etapa de perdón y reconciliación (Gordon y otros, 2004;
Dupree y otros, 2007, Johnson, 2005). El momento de la decisión de continuar o
no con la pareja puede darse en distintas fases de la terapia. Gordon y otros
(2004) la sitúan en la fase segunda o en la última fase, después del perdón.
Proponer una serie de fases sugiere de alguna
forma una secuencia temporal o causal que hay que seguir obligatoriamente. Sin
embargo, lo que ha de darse es un conjunto de tareas que conduzcan al perdón y
a la reconciliación. Esas tareas se ejecutan principalmente, pero no de forma
exclusiva, en determinados momentos del proceso de reconstrucción de la pareja;
ahora bien no dejarán de ser necesarias en cualquier momento del proceso. Por
ejemplo, todos los autores reconocen que, aunque se haya desactivado en cierta
medida la emocionalidad del traicionado, ante un estímulo o pensamiento
determinado pueden volver a aparecer fuertes reacciones emocionales. En
consecuencia, en este artículo se emplean las fases solamente para facilitar la
exposición; se introducen también algunas variaciones sobre las propuestas por
otros autores.
La primera tarea a llevar a cabo es la
desactivación emocional. Una vez que se ha avanzado
en ella, la decisión de separarse o no se puede hacer en dos momentos. Si
tienen claro que no quieren luchar más por la pareja, cada uno ha de seguir por
su lado. Si tienen dudas, el terapeuta les puede ofrecer tomar la decisión
final de separarse o seguir, después de hacer un proceso de perdón conjunto. La
oferta se hace porque un proceso de perdón es saludable para ambas partes,
continúe o no la relación. Aunque se separen, es conveniente para su salud
mental hacer un proceso de perdón, porque el deseo de venganza o de justicia
traerá el recuerdo del daño sufrido y al recordarlo se hará presente de nuevo y
volverá a producir dolor. Otra tarea importante es el análisis de lo que ha
ocurrido, del contexto en el que se ha dado la infidelidad, etc. En este
artículo se considera como una parte del proceso de perdón, ya se realice por
la pareja de forma conjunta o por el miembro interesado. También se ha
diferenciado como una fase adicional la reconciliación y reconstrucción de la
pareja, porque recuperar la confianza y rehacer la pareja ha de ir más lejos
que el perdón, ya que es preciso restaurar el amor, fortalecer las debilidades
de la relación, etc. Por ello, las fases que se siguen en la exposición del
camino general que lleva a la reconstrucción de la pareja son:
Evaluación de la pareja y de la infidelidad.
La desactivación de las reacciones emocionales
iniciales.
El proceso de perdón, que puede ser unilateral
o bilateral. Durante este proceso se toma la decisión de separarse o de luchar
por la pareja y reconstruirla. En este último caso, se pasa a la fase
siguiente.
La reconciliación y reconstrucción de la
pareja. Con la reescritura del contrato base y el
establecimiento de los métodos de control para su cumplimiento y el
reestablecimiento del vínculo y el amor en la pareja.
Proponer una serie de fases sugiere de alguna
forma una secuencia temporal o causal que hay que seguir obligatoriamente. Sin
embargo, lo que ha de darse es un conjunto de tareas que conduzcan al perdón y
a la reconciliación. Se ejecutan principalmente, pero no de forma exclusiva, en
determinados momentos del proceso de reconstrucción de la pareja; pero que no
dejan de aparecer en cualquier momento. Por ejemplo, todos los autores
reconocen que, aunque se haya desactivado en cierta medida la emocionalidad del
traicionado, ante un estímulo o pensamiento determinado pueden volver a
aparecer fuertes reacciones emocionales.
Evaluación de la pareja y de la infidelidad
Atkins y otros (2005) encuentran en su estudio
que orientar la terapia hacia un tratamiento general de la pareja tiene mejores
efectos que centrarse exclusivamente en superar la infidelidad. Los resultados
obtenidos por estos autores indican que es preciso realizar una evaluación
global de la pareja, para tener una intervención más efectiva. Sin embargo, hay
que tener muy en cuenta que el descubrimiento de la infidelidad produce una
reacción emocional muy intensa, surgiendo el peligro de que se dé violencia
contra el infiel o suicidio. Por eso, si el terapeuta sospecha que puede haber
peligro de violencia de género o de suicido ha de evaluarla en el inicio de la
terapia en primer lugar. Lo mismo ocurre si hay indicios de abuso de drogas
(Gordon y otros, 2004). Estos casos implican necesidades terapéuticas que han
de ser consideradas en primer lugar.
La valoración general de la pareja se hace teniendo
en cuenta su funcionamiento en la situación actual, y también es revelador e
importante estudiar el contexto en el que se ha constituido y se ha
desarrollado la pareja, cómo se originó y cómo ha ido evolucionando. Entre los
objetivos de esta fase inicial están determinar las fortalezas sobre las que se
han construido la pareja, junto con sus puntos débiles, delimitar el contexto
en el que se ha dado la infidelidad y cómo esta ha influido en la estructura de
la pareja (Gordon y otros, 2004).
En la evaluación general de la pareja, es
preciso estudiar cómo se ha establecido el contrato sobre el que se constituyó
y qué creencias implícitas tiene cada miembro sobre él. Para hacerlas
explícitas, hay que tener en cuenta, las creencias religiosas de cada uno de
los miembros y como esas creencias se plasman en la práctica. También hay que
considerar su historia familiar, porque las familias de origen y el contexto
social en el que se desarrolla cada miembro de la pareja han influido de forma
notable en sus expectativas sobre la fidelidad. Otro aspecto importante a tener
en cuenta son los valores de cada miembro de la pareja sobre los que ha
constituido la pareja y cuáles han sido violados por la infidelidad. Este
análisis es importante porque son esos valores los que van a conducir a la
decisión de seguir o no en pareja. Por ejemplo, el compromiso con los hijos, es
muchas veces la razón más importante para luchar por la continuidad de la
pareja.
En la evaluación de la situación actual hay que
considerar el grado de estrés en el que está sumida la pareja, teniendo en
cuenta enfermedades, problemas con los hijos, estrés en el trabajo, etc. El
ambiente social en el que se mueven, trabajo, amigos, etc. es otro factor a que
no se puede olvidar, ya que pueden haber favorecido que se haya dado la
infidelidad.
Una buena guía para la evaluación de los
aspectos de la infidelidad es la que proponen Hertlein, y Wetchler (2005) y que
incluye una serie de factores que van a permitir entender la gravedad y la
importancia de lo ocurrido:
La duración del la relación de infidelidad. Las
diferencias de que la infidelidad se haya limitado a la relación de una noche a
que haya tenido una duración de años, es importante.
El número de personas con las que se ha dado el
engaño.
El género del tercero. Hay indicios de que si
la infidelidad se da con una persona del mismo sexo, la reacción emocional es
menor (Sagarin y otros, 2003)
El nivel de la actividad sexual y de vínculo
emocional que se han alcanzado. Generalmente, para la mujer el grado en el que
se han involucrado emocionalmente suele ser más importante que el sexual,
mientras que para el hombre tiene más importancia la actividad sexual.
Si los dos miembros de la pareja han sido
infieles, teóricamente ambos tendrán más posibilidades de entender, comprender
y perdonar al otro.
La relación de los dos miembros de la pareja
con el tercero. Sentirse traicionado por un amigo o por alguien allegado puede
incrementar la reacción emocional de la persona de forma sustancial.
El alcance de las mentiras y el secreto que se
han empleado para mantener la infidelidad. Ya se ha mencionado la importancia
que tiene el secreto en la ruptura de la confianza básica en la pareja.
Para el terapeuta es interesante conocer el
grado en el que el traicionado conocía o consentía la infidelidad.
La tolerancia de la infidelidad por parte de la
red social de la pareja, porque el entorno social puede tener una importancia
decisiva en que se haya dado la infidelidad, porque entornos que son más
tolerantes con ella la potencian.
Es preciso también analizar el contexto que ha
podido favorecer o influir en la aparición de la infidelidad. Gordon y otros
(2004) proponen considerar:
Aspectos de la propia relación, como alto grado
de conflicto, falta de calidez emocional.
Factores externos a la relación como exceso de
trabajo, persecución por alguien externo a la relación.
Características del que mantuvo la relación
fuera de la pareja, por ejemplo, no estar a gusto con las relaciones sexuales,
ira y castigo al traicionado, inseguridades hacia el mismo, trastornos de
personalidad.
Características del traicionado, por ejemplo,
malestar en la proximidad emocional, en las relaciones íntimas, historia de su
desarrollo, dificultades emocionales o conductuales a largo plazo.
Como final de esta evaluación inicial se
presenta a la pareja una hoja de ruta en la terapia, mostrándoles el programa
general de tratamiento y las alternativas que tienen. Las personas que piden
ayuda para superar la infidelidad necesitan un mapa claro de por donde van a ir
(Olson y otros, 2005) y el papel que le corresponde a cada uno de ellos (Gordon
y otros, 2004). Algunos autores (Lusterman, 2005) proponen como objetivo del
trabajo terapéutico llegar a seguir con una buena relación de pareja o realizar
un buen divorcio, muchas veces la toma de decisión sobre separarse o no es un
objetivo asumible en la terapia de pareja.
Desactivación emocional
Todos los autores (Gordon y otros, 2004;
Lusterman, 2005, Dupree y otros, 2007) tienen en cuenta que en las primeras
reacciones al descubrimiento de la infidelidad puede aparecer una reacción
intensa que es preciso tener en cuenta en la terapia para poder canalizarla de
forma que sea lo menos dañina posible para los dos miembros de la pareja,
teniendo en cuenta que, además de la ruptura, hay que tener la puerta abierta a
la continuidad de la pareja.
Para evitar que sigan haciéndose daño, se ponen
límites y se dan guías para el comportamiento entre ellos mismos y con los
demás, por ejemplo, se determina cuanto tiempo pueden pasar juntos, si van a
dormir juntos, si van a tener relaciones sexuales o no, si van a tener algún
contacto y de que estilo con la persona que ha participado en la infidelidad,
lo que es muy importante cuando el infiel y la tercera persona trabajan juntos,
que información se le va a dar a los hijos, a la familia de origen o a los
amigos. La información que se transmite al entorno social es importante y hay
que meditarla, porque dar una imagen del infiel como una persona maltratadora o
poco fiable puede influir en la relación que posteriormente se mantenga con el
infiel, por ejemplo, por tener hijos en común, e incluso hacer más difícil la
reconciliación (Gordon y otros, 2004).
Desde el principio de la terapia se establecen
pautas para cuidarse a sí mismos; por ejemplo, físicamente, comiendo bien,
durmiendo bien y haciendo ejercicio, y se les anima a buscar apoyo social,
teniendo cuidado de qué se va a decir y qué no se va a decir. Se suele hacer en
las sesiones individuales (Gordon y otros, 2004).
La no aceptación del sufrimiento causado por la
infidelidad puede llevar a una escalada de la emoción y a convertirla en
destructiva (Hayes, Wilson y Stroshal, 1999). En consecuencia se trabaja con el
paciente en la aceptación de las emociones, lo que implica abrirse a sentirla
sin defenderse de ella, para poder seguir con lo que le importa en la vida
(Hayes y otros, 1999). Este trabajo no se puede hacer sin analizar
profundamente qué es lo que significa la relación para esa persona y cuales son
los valores sobre los que ella ha constituido la pareja y considera vulnerados.
Generalmente, el traicionado comienza de
inmediato a analizar e intentar comprender lo que ha pasado. Sin embargo, su
situación emocional le impide hacer un análisis frío y racional de lo ocurrido.
El traicionado tiene una necesidad imperiosa de conocer, y hace preguntas de
forma agresiva, a veces con curiosidad morbosa y obsesiva, como si entender y
saber el por qué fuera a calmar el dolor y el sufrimiento que se ha producido.
Por eso en el camino de la reconciliación, es preciso llegar a un punto en el
que la comunicación entre los dos sea posible sin que lleguen a una escalada de
reproches agresivos, que dan lugar a una gran tensión y a que surjan problemas
con discusiones muy duras y violentas. Para conseguir la comunicación y evitar
en lo posible la agresividad, se les propone técnicas de tiempo fuera, que se
aprovecha para desactivarse emocionalmente, y se les va enseñando a expresarse
de manera más asertiva.
En esta primera fase de la terapia se trata de
atemperar los sentimientos que han surgido para poder dar los siguientes pasos
con un nivel de activación emocional que permita afrontar el proceso hacia el
perdón y la posible reconciliación.
El proceso hacia la reconciliación: pedir perdón y ser perdonado
Tanto si deciden seguir juntos como si deciden
romper, el perdón tiene beneficios en la salud, tanto física como mental
(McCullough et al., 1997; Toussaint & Webb, 2005; Toussaint, Williams,
Musick, & Everson, 2001; Witvliet, Ludwig, & Vander Laan, 2001).
Cuando se ha llegado a un nivel adecuado de
comunicación y de entendimiento se profundiza en dos procesos necesarios para
la reconciliación: perdonar y pedir perdón. Ambos son independientes, se puede
dar uno sin el otro. El ofendido puede perdonar al ofensor sin que este esté
arrepentido o pida perdón y por otro lado el arrepentimiento y la petición de
perdón no asegura que se le otorgue.
Lógicamente para que se dé la reconciliación
son precisos los dos procesos. Para el infiel,
si se plantea la posibilidad de seguir con la pareja y quiere apostar por ella,
pedir perdón es la única opción que tiene. Pedir perdón no significa
humillarse, ni que tenga que aceptar un castigo eterno para el resto del tiempo
que estén juntos, sino que le merece la pena abrir la posibilidad de la
reconciliación y la reconstrucción de la pareja, reconociendo que no ha obrado
bien y haciendo él mismo el proceso difícil de pedir perdón. Que se pueda dar
un proceso sin el otro no implica que sean independientes. Se sabe, por
ejemplo, que cuanto más reconozca el infiel la legitimidad del dolor del otro y
pida perdón por la transgresión, mayor es la probabilidad de que le perdonen
(Allen y otros, 2005).
El conocimiento de lo que ha ocurrido
Cuando la emocionalidad lo permite, se puede
empezar a tener una visión más amplia y con mayor distancia de las
circunstancias que han rodeado la infidelidad. Este proceso se puede dar en
conjunto, si los dos están dispuestos a dar una oportunidad al perdón, o
solamente entre el terapeuta y el miembro de la pareja que quiere hacerlo.
En este último caso es importante evitar las
rumiaciones y los “por qué” sin fin que puede parecer que alivian el dolor,
mientras que en realidad lo perpetúan. Por eso, la alternativa es aceptar que no se pueden conocer las causas últimas
de la infidelidad del otro para poder seguir adelante con la vida, aunque
suponga aceptar plenamente el dolor.
Cuando en el proceso de perdón son los dos los
que intervienen, el conocimiento de lo que ha ocurrido es un proceso conjunto
de la pareja y el terapeuta, que está enfocado en que el infiel ha de explicar
qué, como, cuando, donde, por qué, etc. Para hacerlo, es precisa por su parte
una preparación importante, para poder aceptar la rabia del otro y poder
contestar de forma verídica y asertivamente. Por parte del traicionado es
conveniente que tenga la suficiente tranquilidad para poder hacer las preguntas
centrado en los hechos y en sus sentimientos y no en la descalificación del
infiel, aunque este tiene que aceptar las reacciones emocionales asociadas al
dolor que ha causado. Se le explica que las reacciones emocionales se
condicionan a diferentes estímulos que pueden aparecer en cualquier momento
dando lugar a una emoción que puede manifestarse de forma inmediata, son los
flashbacks que son frecuentes, especialmente al principio, pero que pueden
aparecer durante años. Hay que plantearle que el daño existente es muy fuerte y
que puede pasar como cuando las rodillas curadas de una lesión duelen si cambia
el tiempo. Se les plantean los pasos que tienen que dar individualmente y como
pareja para manejarse con los flashbacks.
El método de comunicación puede ayudar en los
primeros momentos, por ejemplo, se pueden utilizar cartas supervisadas por el
terapeuta que permiten una reflexión mayor a la hora de comunicarse. Luego se
lee en consulta la carta en voz alta al infiel que estará entrenado para oírla
de forma no defensiva y aceptar lo que se le dice.
En cuanto al contenido de la información que se
busca hay que tener en cuenta que dar demasiados detalles al principio no es
bueno; pero dar demasiados pocos tampoco lo es, porque un descubrimiento lento,
poco a poco, puede ser mucho más dañino, por su prolongación en el tiempo, que
hacerlo de forma rápida en unas pocas sesiones terapéuticas. Primeramente, es
conveniente centrarse en los detalles fundamentales de la infidelidad, para que
una vez se haya construido una base segura se pueda llegar a detalles más
escabrosos (McCullough, Worthington, y Rachal, 1997).
La puesta en común de lo que ha ocurrido pone
las bases para seguir en el proceso del perdón y la reconciliación. El papel y
los objetivos de este proceso son diferentes en el infiel y en el traicionado.
Hay que tener en cuenta que, para llegar a la reconciliación, el infiel ha de
pedir perdón y el traicionado ha de perdonar.
Para el traicionado, un proceso de información lo
más objetivo posible de lo que ha pasado tenderá a establecer un conocimiento
más desapasionado de las circunstancias que han rodeado la infidelidad. De esta
forma, se puede poner las bases para desarrollar una cierta empatía con la
persona infiel. El traicionado podrá conocer los sentimientos, motivos y
pensamientos del otro y de alguna forma ponerse en su lugar, aunque eso no
suponga que le perdona. En su modelo del perdón McCullough y otros (1997)
afirman que la empatía afectiva es un precursor del perdón.
El conocimiento llevará también a una
atribución de la infidelidad. Si se realiza una atribución externa, específica
e inestable; se propicia la continuidad de la relación (Hall y Fincham, 2006).
Equivaldría a pensar que la infidelidad ha surgido por las circunstancias y es
difícil que vuelva a hacerlo de nuevo si se controlan las circunstancias.
Frente a ello, una atribución interna, estable y global llevaría a pensar que
es debido a su personalidad y que va a buscar cualquier posibilidad para volverlo
a hacer. La atribución de la infidelidad, junto con el perdón, es un elemento
que media en la continuidad de la pareja (Orccut, Pickett y Pope, 2005). Hay
que indicar a la pareja que las conductas que hace una persona dependen del
contexto y no tanto de la “personalidad”, sobre todo si no ha sido un mujeriego
siempre. La pregunta no es ¿hará este hombre/mujer lo mismo otra vez? sino ¿se
darán de nuevo las circunstancias en las que este hombre/mujer se comporte
igual? Para prevenirlo, dentro de lo posible, se trata de poner los límites y
remedios pertinentes.
Para el infiel, los objetivos de este proceso
son aclarar qué le ha llevado a la infidelidad, que no siempre lo tiene claro;
cuales han sido las circunstancias y el contexto en el que se ha dado y, sobre
todo, ser capaz de dar la información que se le pida desde la comprensión del
daño que ha causado y del dolor y las emociones que el otro está sintiendo.
Muchas veces, cuando es descubierto y ve la
posibilidad de perder la relación con su pareja, es cuando se da cuenta de qué
ha hecho algo malo. Perdonarse a sí mismo es también una tarea que ha de hacer,
junto con el proceso de pedir perdón.
El proceso de pedir perdón
El perdón es uno de los elementos fundamentales
de muchas religiones y movimientos espirituales (Zettle y Gird, 2008); por
ejemplo, en el cristianismo. Para los cristianos, Cristo vino al mundo a
perdonar los pecados de todos los hombres. La petición de perdón la ha
articulado la religión católica en una serie de pasos dentro de la administración
clásica del sacramento de la penitencia: examen de conciencia, dolor de
corazón, propósito de la enmienda, decir los pecados al confesor y cumplir la
penitencia. Siguiendo esta pauta, el proceso de pedir perdón comenzaría en la
misma etapa de análisis de lo que ha pasado, de las circunstancias, motivos y
emociones que han concurrido en la infidelidad y de los efectos que ha causado.
Ese análisis ha de producir una conciencia del daño realizado, lo que ha de
llevar al arrepentimiento, Para pedir realmente perdón, auténticamente, tiene
que haber un arrepentimiento que incluye un dolor por el sufrimiento causado
que no puede quedar solamente en palabras, sino que ha de articularse en
acciones comprendidas en un plan concreto que permita que aquello no vuelva a
ocurrir y que restituyan el mal realizado, en el caso de la infidelidad, que
reconstruyan la confianza destruida, tiene que haber una petición explícita de
perdón y se ha de cumplir lo prometido.
Profundizando en esta línea y dejando a un lado
las connotaciones ideológicas y religiosas del perdón, desde un punto de vista
terapéutico la petición de perdón se puede hacer siguiendo los siguientes
pasos:
Reconocer que lo que hizo causó daño u ofendió
al otro
No es
obvio que el infiel sea plenamente consciente del daño que ha hecho y del
sufrimiento que está teniendo su pareja (Case, 2005). El proceso de reconocerlo
supone un acercamiento profundo al otro, con comprensión y empatía y un
establecimiento de una comunicación que no se basará en disculparse o evitar
las consecuencias o el castigo por lo que ha hecho. Esto permite al otro
expresar su sufrimiento de forma plena. Este proceso es positivo cuando se hace
mientras se va informando al otro de lo ocurrido.
Sentir de verdad el dolor del otro
Para pedir perdón es preciso ser consciente de
que se ha hecho un daño importante al otro. Ponerse en su lugar y acercarse a
sus sentimientos puede llegar ha hacer sentir de verdad el dolor del otro. Es
preciso también trasmitírselo sabiendo que la infidelidad ha causado, causa y
causará, un gran sufrimiento. El terapeuta le puede ayudar en este paso
haciéndole saber cuales son las consecuencias traumáticas de una traición y
cómo se ha violado el vínculo afectivo y las consecuencias emocionales que
tiene para el otro.
Analizar su propia conducta
Para la persona que ha cometido la infidelidad,
saber como y por qué hizo lo que hizo, es interesante en sí mismo. Compartir
ese conocimiento con la otra persona es un paso necesario para avanzar en el
proceso de pedir perdón y llegar a la reconciliación. Hay montones de razones
por las que alguien decide tener una relación con un tercero, ninguna será
aceptable para el traicionado. En consecuencia, no se trata de encontrar
excusas a sus actos, sino de establecer una base para poder realizar un plan
que impida que vuelva a ocurrir (Case, 2005).
Es preciso reconocer el papel que han jugado
las circunstancias. Por ejemplo, el papel que ha tenido la tercera persona a la
hora de consumar la infidelidad, si se han propiciado las ocasiones de tener
contacto con personas atractivas, si se ha flirteado demasiado, si las
amistades han fomentado la infidelidad, etc.
Tiene que analizar también los posibles motivos
para su infidelidad, que pueden estar relacionados con debilidades en la
pareja. Tiene que ser consciente de hasta que punto se ha involucrado
emocionalmente o sexualmente.
Definir un plan de acción para que no vuelva a ocurrir
Definir un plan de acción concreto para que
nunca vuelva a ocurrir y compartirlo con el otro es el siguiente paso para la
reconciliación. El plan tiene como objetivo la disminución de la probabilidad
de que se dé de nuevo la infidelidad. Puede suponer permitir un control
exhaustivo por parte del otro de sus acciones y relaciones por ejemplo, dándole
sus claves de correo, acceso a su móvil, estando constantemente localizado,
etc. Una cosa es que el ofensor lo permita y otra diferente que el ofendido
haga un uso exhaustivo y obsesivo para controlarle y paliar así su sentimiento
de inseguridad. Si el ofendido lo utilizase para disminuir su sufrimiento,
puede caer en una evitación experiencial (Hayes y otros, 1999), que le puede
conducir a problemas psicológicos; pero el infiel ha de estar dispuesto a dar
esa posibilidad.
El plan concreto puede incluir acciones
dirigidas a mejorar las debilidades de la pareja que se hayan detectado. Por
ejemplo, la falta de satisfacción en las relaciones sexuales, que es uno de los
elementos que favorecen la infidelidad del hombre (Blow y Harnett, 2005). La
falta de atención y de comunicación es uno de los factores que influyen en la
infidelidad de la mujer. La existencia de oportunidades para tener contacto con
personas atractivas también es un factor favorecedor de la infidelidad, por
tanto, si se ha detectado ese problema, restringir tales oportunidades ha de
ser contemplado en el plan.
Todo el plan ha de hacerse indicando los
objetivos operativos y el tiempo y los medios que se van a dedicar a
conseguirlos.
Comprometerse con reconstruir la pareja.
En este paso se incluye la ruptura de la
relación con el tercero. Es conveniente hacerla demostrando a la pareja que la
ruptura es real, por ejemplo, con una llamada o con una carta de las que sea
testigo la pareja. Glass (2002) propone la posibilidad de enviar una carta al
tercero explicándole que
Pedir perdón explícitamente al otro.
La petición de perdón ha de ser explícita, para
que quede claro el propósito de seguir adelante, de aceptar las
responsabilidades y de comprometerse con la continuidad y reconstrucción de la
pareja. Ha de venir acompañada con el establecimiento conjunto del plan de
acción para que no sean palabras vanas.
Realizar un acto simbólico en el que se pida
perdón al ofendido es importante para que el perdón quede muy claro.
Restituir el daño causado.
El principal daño que se ha hecho ha sido la
ruptura de la confianza y es en lo que más ha de esforzarse en reconstruir. Hay
otros elementos que se pueden haber visto afectados, por ejemplo, el tiempo que
se ha dedicado a la pareja, el dinero que se ha gastado en la relación, la
comunicación, la ternura, etc. todo esto puede ser restituido.
Los tres primeros pasos en el proceso de pedir
perdón se dan en la fase de análisis de lo ocurrido. Puede ser solamente un
proceso de conocimiento de sí mismo y de lo que puede ocurrir en las relaciones
de pareja y no exigen obligatoriamente los siguientes pasos, que solamente se
dan si se quiere llegar a la reconciliación.
El proceso de perdonar
Hay varios modelos que muestran los procesos
que construyen el perdón (Hargrave, 1994; McCullough, y otros, 1997; Gordon y
Baucom, 1999, 2004; Case, 2005), basándose en ellos y en la propia experiencia
clínica, en este artículo se propone el siguiente camino hacia el perdón.
Primera etapa: análisis y reconocimiento del daño sufrido
El proceso comienza en la fase de análisis de
lo ocurrido incluyendo en ella el reconocimiento del daño que se ha recibido.
Se hace de la forma más objetiva posible, lo que va a permitir un
distanciamiento emocional y los primeros pasos para entender las motivaciones
del infiel; lo que constituye un comienzo para construir una cierta empatía
hacia el otro que está en la base del perdón.
Dentro del análisis de lo que ha ocurrido es
preciso dar importancia al papel que han jugado las circunstancias en la
infidelidad; porque, como se ha dicho, la atribución externa, inestable y
específica de la infidelidad contribuye al perdón (Hall y Fincham, 2006) frente
a la atribución interna, estable y global que lo dificulta.
Segunda etapa: elegir la opción de perdonar.
En cualquier caso, el perdón es una buena
opción para el traicionado. La metáfora del anzuelo, que sugiere Steven Hayes,
indica de forma clara como el no perdonar a alguien nos coloca en una situación
permanente de sufrimiento y puede ayudar en este proceso:
Quien nos ha hecho daño nos ha clavado en un
anzuelo que nos atraviesa las entrañas haciéndonos sentir un gran dolor.
Queremos darle lo que se merece, tenemos ganas de hacerle sentir lo mismo y
meterle a él en el mismo anzuelo, en un acto de justicia, de que sufra lo mismo
que nosotros. Si nos esforzamos en clavarle a él en el anzuelo, lo haremos
teniendo muy presente el daño que nos ha hecho y como duele estar en el anzuelo
donde él nos ha metido. Mientras lo metemos o lo intentamos, nos quedaremos
dentro del anzuelo. Si consiguiéramos meterle en el anzuelo, lo tendríamos
entre nosotros y la punta, por lo que para salir nosotros tendremos que sacarle
a él antes.
Si salimos del anzuelo, tendremos cuidado de no
estar muy cerca de él porque nos puede volver a meter en el anzuelo y si alguna
vez nos juntamos tiene que ser con la confianza de que no nos va a volver a
hacer daño.
Pero no es la opción de no sufrir lo que
justifica la elección del perdón como opción. Elegir siguiendo solo el criterio
de evitar el sufrimiento llevaría a mayor sufrimiento (Hayes y otros, 1999).
Por eso hay otros factores que hay que considerar para decidirse por seguir el
camino del perdón. Entre estos factores están:
Los valores personales definidos como las
consecuencias deseadas a largo plazo (Hayes y otros, 1999). Esta definición
incluye los valores éticos, morales o religiosos, que valoran el perdón como un
elemento esencial: pero también aquellos valores elegidos por la persona, como
el de construir una pareja estable.
La consideración de la inversión realizada en
la pareja. El modelo de inversión (Rusbult, 1980, 1983, Martínez Íñigo, 2000)
considera que la inversión como aquellos recursos que el individuo aporta a lo
largo de las distintas fases de su relación y que no puede recuperar si ésta
termina. Este modelo distingue dos tipos de inversión: la intrínseca que se
refiere a la que hay que hacer obligatoriamente para que la relación se dé, por
ejemplo, la implicación emocional, la intimidad conseguida, el tiempo dedicado,
etc.; y la extrínseca que son los recursos que no son necesarios para mantener
la relación, pero que quedan ligados a la misma, por ejemplo, la propiedad de
una casa, los amigos comunes, etc. Cuando se considera la posibilidad de la
separación hay que tener en cuenta que la inversión que se ha realizado en la
pareja se va a perder si esta se rompe. Dicho de otra forma, los factores
emocionales, psicológicos y económicos juegan un papel importante en la toma de
la decisión de perdonar.
Un factor fundamental para decidirse por dar
una oportunidad a la continuidad de la pareja son los hijos. Es indudable que
la ruptura de la pareja supone para los hijos un riesgo de problemas psicológicos,
académicos y sociales sobre todo en la etapa inicial de la ruptura (Cantón,
Cortés y Justicia, 2002), aunque a largo plazo las diferencias con los hijos de
aquellos que no se han separado se van diluyendo (Morgado y González, 2001).
Minimizar los problemas que pudieran llegar a tener los hijos puede es una
razón importante a tener en cuenta a la hora de decidir la continuidad de la
pareja.
El impacto que la ruptura tendrá en el entorno
social como padres, la comunidad que rodea a la persona, etc. es otro factor
que a tener en cuenta en esta decisión.
Tercera etapa: aceptación del sufrimiento y de la rabia
El perdón no supone que sea necesario no tener
sentimientos de rabia, de ira o deseos de venganza, aunque a algunos pueda
parecerles que el perdón lo implica (Wade y otros, 2008). El problema no está
en tener esos sentimientos o pensamientos, sino en actuar dejándose llevar por
ellos en contra de los valores e intereses personales más importantes en ese
momento (Hayes y otros, 1999). La propuesta de la terapia de aceptación y
compromiso consiste en abrirse a sentir el sufrimiento, la rabia, la depresión
y cualquier pensamiento, sentimiento, sensación o emoción que surja asociado a
la infidelidad, sin ninguna defensa; mientras la acción que se realiza sigue el
compromiso con los valores e intereses que en ese momento sean personalmente
más relevantes (Hayes y otros, 2004). Si se ha elegido la opción del perdón,
para llevarlo a cabo es preciso aceptar, en el sentido expuesto los
pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones. La aceptación es un
proceso que finalmente lleva al cambio; pero hay que tener en cuenta que su
objetivo no es la extinción del sufrimiento, sino el compromiso con los valores
y el fortalecimiento de la acción comprometida con ellos (ver por ejemplo,
García Higuera, 2007).
El proceso de aceptación implica ser capaz de
vivir esos pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones y expresarlos
sin hacer daño al otro, es lo que Case (2005) incluye como su cuarto y sexto
pasos hacia el perdón. En esta etapa el traicionado ya ha aprendido a
expresarse asertivamente para conseguir los que quiere negociando, es decir,
respetando los intereses y deseos del otro, centrándose en sus conductas y no
en la persona (García Higuera, 2009).
Cuarta etapa: establecer estrategias para autoprotegerse
El perdón no implica la aceptación
incondicional del peligro de que ocurra de nuevo otra infidelidad. En el
análisis de lo ocurrido hay que incluir también la consideración de cómo los
comportamientos del ofendido han podido permitir o favorecer la infidelidad
(Case, 2005). Si en su comportamiento ha propiciado la existencia de una
debilidad en la pareja que ha favorecido o dado la oportunidad de que se haya
dado la infidelidad, es el momento de darse cuenta de ello y proponerse cambiar
para el futuro. Por ejemplo, si ha permitido determinadas libertades a su
pareja por encima de lo que le gustaba, es hora de mostrarse asertivo y acabar
con ellas. Analizando lo que ha ocurrido, el traicionado se puede dar cuenta de
cuales eran los indicios que indicaban que algo estaba ocurriendo. Ese
aprendizaje le permitirá detectar en el futuro el peligro de posibles
infidelidades antes de que sea demasiado tarde. En esta etapa es importante no
caer en el control excesivo y obsesivo que dé lugar a un comportamiento celoso,
que finalmente boicotee cualquier relación que pueda llegar a mantener. Por
ello, ha de aceptar el riesgo de que la infidelidad vuelva a darse, aunque se
prepare para minimizar la probabilidad de que ocurra.
Quinta etapa: una expresión explícita de perdón
La expresión explícita del perdón es un paso
importante aunque algunos pacientes puedan pensar que es solamente simbólico y
vacío de contenido. Se pueden articular muchos ritos o maneras hacerlo. Por
ejemplo, diciendo a la pareja que le quiere, o que pese a lo ocurrido se
volvería a casar con ella, o reiniciando las relaciones sexuales interrumpidas
después de la infidelidad (Case, 2005). En el caso de que la relación se haya
roto se puede enviar una carta expresando claramente el perdón, aclarando que ese
perdón es un regalo, que no se pide nada a cambio y que no se quiere ni se
desea reanudad la relación.
Esta acción explícita no es el final del
proceso de perdón, primero es necesario volver a repetir el proceso siempre que
sea necesario, ya que el ofendido no está libre de que le aparezcan de nuevo
los pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones asociados a la
infidelidad. Cada vez que surjan de nuevo, se tienen que repetir los pasos del
proceso de perdonar que sean necesarios.
La reconciliación
Las parejas pueden reconciliarse y seguir
juntas por muchas razones, pese a no haberse dado un proceso de perdón pleno
como el enunciado en este artículo. Los hijos, los intereses económicos o
sociales, etc. pueden volver a reunir a la pareja sin que se haya dado un
proceso de perdón auténtico. Ahora bien, una reconciliación plena está asociada
a un proceso de petición y concesión de perdón.
Como resultado del proceso de perdón propuesto,
se van resolviendo los problemas que se han detectado en la pareja y que pueden
haber propiciado la infidelidad, con lo que la relación saldrá fortalecida.
Pero no se trata solamente de resolver los problemas que hay en la relación,
sino de mejorarla por entero y fortalecer también el amor. Los resultados
empíricos de Atkins y otros (2005) sugieren que el enfoque en la totalidad de
la relación tiene efectos muy positivos en la recuperación de la infidelidad.
La reconstrucción del amor:
En la búsqueda de la información de lo que ha
pasado, para el traicionado es inevitable establecer una comparación entre sí
mismo y el tercero; porque la infidelidad ha puesto en cuestión la imagen que
le devuelve la pareja como la persona más deseable, cariñosa, etc. del mundo.
Puede ocurrir que el traicionado tenga una dependencia muy considerable del
concepto de la pareja para su propio concepto. El trabajo terapéutico del “yo
como contexto” (Hayes y Strosahl, 2004)
puede ayudar a debilitar esa dependencia y a fortalecerle haciéndole más
independiente de la imagen que le devuelve su pareja.
También la relación ha quedado dañada, porque
si el infiel ha buscado algo, sexo, cariño, ternura, intimidad, etc. podría ser
lógico pensar que ha sido porque faltaba en la relación actual. Sin embargo,
como se ha dicho, la infidelidad puede surgir de problemas en la relación o
puede haber sido causada por otras causas, por ejemplo, por no saber decir no.
La reconstrucción de la relación no se puede hacer por comparación con cómo ha
ido la infidelidad. Si, por ejemplo, se decide que es preciso mejorar las
relaciones sexuales, no se puede hacer emulando las que se tenían con el
tercero, porque eso haría aversivas, ya que en medio de un acto de amor
estaría, en cierta forma, presente el tercero.
La teoría triangular del amor (Sternberg, 1986)
sugiere que este se basa en tres elementos, el compromiso, la pasión y la
intimidad. Para mejorar la pasión es necesario mejorar las relaciones sexuales.
En el propio proceso de perdón propuesto, se ha rehecho el compromiso que es
una de las partes más dañadas de la relación por la infidelidad, ya que ambas
partes están haciendo un importante esfuerzo para seguir juntos. La intimidad
está también dañada, porque el secreto aleja e impide la completa comunicación
entre los dos. La intimidad la definen Cordova y Scott (2001) como un proceso
que se inicia con una conducta de autorrevelación de elementos que nos muestran
débiles y vulnerables y que podrían ser usados en algunos contextos sociales
para administrarnos un castigo y que; sin embargo, la respuesta del otro es de
aceptación, o al menos no hay castigo. La propuesta de la terapia de pareja
enfocada a la emoción de Johnson (2007) propone que se descubran y compartan
las emociones primarias que han surgido, antes, durante infidelidad y en la
reconciliación. Las emociones primarias como tristeza, dolor, vergüenza y
soledad muestran más debilidad y el hecho de que se compartan con el otro y
sean aceptadas y compartidas es un método perfecto para incrementar la
intimidad en la pareja.
La reconstrucción de la confianza es un reto
importante. Una propuesta para conseguirlo es que el que ha traicionado permita
un control absoluto de sus acciones para asegurar al otro su fidelidad,
mientras que el traicionado solamente ejerza el derecho que le han dado en
casos extremadamente claros. Una metáfora nos presenta la confianza como un
rico jarrón chino que cuando se cae queda dañado y es muy difícil restituirle a
su forma original y, si se consigue, es preciso tener muchísimo cuidado con él
para que no vuelva a caerse.
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