Trastorno del Vínculo
Miercoles 22 de Agosto de 2012
1- Introducción: Importancia del
vínculo
2- Criterios diagnósticos del
trastorno del vínculo
3- Intervención y orientaciones
a) Trabajo psicológico individual
b) Enseñanza de estrategias a los
padres o tutores
"A la luz de los
conocimientos actuales, podemos asumir como válida la propuesta de que toda
experiencia temprana, emocionalmente significativa y con fines adaptativos, es
codificada en nuestro cerebro, construye nuestra historia personal y configura
nuestra personalidad..."
1- Introducción: Importancia del
vínculo
Dedicar tiempo de calidad a
nuestros hijos no se un tema menor. Hoy en día sabemos muy bien, desde la
psicología infantil, que tiempos insuficientes o de mala calidad pueden
determinar en nuestros hijos pequeños, inseguridad, miedos y retraimiento.
En algunos casos hablamos del
Trastorno del vínculo cuando se han producido rupturas traumáticas en el lazo
afectivo niño-madre desde las etapas más tempranas. Diversas pueden ser las
causas: abandono, maltrato, separaciones, niños ingresados en centros de
acogida y posteriormente adoptados, niños que han estado en incubadoras, etc.
La sintomatología se manifiesta
desde un retraimiento extremo a conductas disruptivas que cursan con
hiperactividad, déficit atencional e impulsividad entre otros.
Pero no siempre hacen falta
grandes traumas para que un niño pueda desarrollar problemas de vinculación.
Las largas horas de trabajo de muchos padres, los sustitutos temporales, la
guardería en etapas anteriores a 2 años, no facilitan que se establezcan los
tiempos y la calidad de relación que muchos niños necesitan.
La mayoría de niños que presentan
alteraciones en el vínculo afectivo suelen poner a prueba constantemente el
amor de sus padres y los lazos que tienen en común. Lo más paradójico es que lo
hacen mediante un proceso sutil de exigencias, manipulaciones, mentiras e,
incluso, utilizando comportamientos agresivos y violentos hacia las personas
que quieren. También, a veces, contra ellos mismos.
Es como si necesitaran
constantemente reafirmar la presencia física y la proximidad de los padres,
aunque sea para que les riñan.
Otros niños presentan
somatizaciones frecuentes (dolores de cabeza, supuestas enfermedades para
conseguir la atención de la madre).
Pueden aparecer manifestaciones
verbales del tipo “nadie me quiere” o “me gustaría morirme.” De hecho un
trastorno del vínculo puede derivar hacia un cuadro depresivo.
Algunas veces la sintomatología
se presenta de forma tardía durante el crecimiento del niño y cuando la
seguridad alcanzada en su momento se pierde debido a algún hecho que irrumpe
bruscamente en la vida del niño (enfermedad de la madre, separación de los
padres, pérdida de alguno de los padres, cambios repentinos de residencia,
etc).
Cada niño es diferente y por lo
tanto habrá que analizar con cuidado su propia historia y sentimientos así como
otros factores de riesgo presentes. Sin embargo, en esta página intentaremos
dar algunas herramientas generales para trabajar con todos aquellos niños que
de una u otra forma manifiestan problemas derivados de un vínculo afectivo no
establecido adecuadamente en su momento o truncado, cuando ya estaba alcanzado,
por nuevas circunstancias vitales imprevisibles y que vive de forma dolorosa
condicionando su comportamiento.
2- Criterios diagnósticos del
Trastorno vínculo
El vínculo es la relación
emocional especial que se establece entre el niño y la persona que lo cría o lo
cuida. Se expresa por el modo en el que el niño que lo establece emite
determinadas conductas con el objetivo de mantener físicamente cerca la persona
de referencia. Dichas conductas pueden ser evidentes a partir del primer mes de
vida.
La función primordial del llamado
vínculo o apego establecido por el niño, en sus primeras etapas evolutivas con
las figuras que lo cuidan (en especial madre y padre), obedece a una necesidad
vital de reducir la ansiedad que permita el afrontamiento de situaciones
generadoras de ansiedad.
En general, podemos afirmar, que
un vínculo roto, no establecido o deficiente va a cursar probablemente con un
niño inseguro, temeroso del entorno y el futuro. Después pueden aparecer los
síntomas de hiperactividad, déficit atencional o impulsividad como forma de
reaccionar a un mundo que perciben fuera de su control.
Como trastorno clínico, la característica
esencial del trastorno reactivo de la vinculación (según DSM-IV), es una
relación social que, en la mayor parte de los contextos, se manifiesta
marcadamente alterada e inapropiada para el nivel de desarrollo del sujeto y
que se inicia antes de los 5 años de edad.
Se diferencian 2 subtipos:
Tipo inhibido:
En el que la alteración dominante
de la relación social reside en la incapacidad persistente para iniciar la
mayor parte de las relaciones sociales y responder a ellas de modo adecuado al
nivel de desarrollo del sujeto.
Tipo desinhibido:
Cuando la alteración dominante de
la relación social consiste en una sociabilidad indiscriminada o una ausencia
de selectividad en la elección de figuras de vinculación.
Por definición, el trastorno se
asocia a una crianza claramente patológica que puede adoptar la forma de
desatención persistente de las necesidades emocionales básicas del niño
relativas a bienestar, afecto y estimulación.
Siguiendo la descripción del
DSM-IV, algunas situaciones (p.ej, hospitalización prolongada del niño, pobreza
extrema, inexperiencia de los padres) predisponen a la práctica de una crianza
patológica. No obstante, una crianza claramente patológica no siempre determina
el desarrollo de un trastorno reactivo de la vinculación; algunos niños
establecen relaciones sociales y vínculos estables incluso en situaciones de
abandono o maltrato relevantes.
Para su diagnóstico es preciso
también descartar a nivel clínico la presencia de otros trastornos como el
retraso mental o trastornos del espectro autista.
3- Intervención y orientaciones
La intervención con niños que
presentan trastornos de la vinculación va a depender de sus circunstancias
actuales y, evidentemente, de su propia historia. En algunos casos, el
terapeuta, no podrá modificar situaciones ambientales generadoras y
mantenedoras del problema (pérdidas de padres, separaciones, condiciones de pobreza
extrema o entornos marginales, etc.), por lo que su trabajo se centrará en el
propio niño y en las personas actuales de referencia.
En otros casos, por ejemplo,
niños de familias normalizadas que sufren de problemas de vinculación por
motivos diversos (niños adoptados, enfermedad crónica de la madre, separaciones
forzosas, etc.) el trabajo puede efectuarse a nivel familiar y en su entorno
inmediato (escuela, etc.) con un mejor pronóstico si no hay otros factores de
riesgo.
Aunque puede ser necesario el
trabajo psicológico individual con el niño, en la mayoría de los casos, uno de
los principales objetivos del terapeuta, será proporcionar información y
comprensión acerca del problema a los padres o tutores del niño.
a) Trabajo psicológico individual
En términos generales, cuando
existen problemas de la vinculación a edades tempranas, el objetivo fundamental
es reforzar la línea emocional del niño. Se trata que el niño vaya ganando
confianza en sí mismo a medida que le proporcionamos un mayor apoyo afectivo
por parte de las figuras de referencia y un ambiente predecible y estable.
Como parte de la intervención, el
psicólogo infantil puede trabajar aspectos concretos de las emociones y
sentimientos del niño. Según edad e historia, puede ser necesario reelaborar
antiguos traumas o acompañar al niño en el afrontamiento de nuevas situaciones.
Muchas de sus conductas
desadaptadas no dejan de ser manifestaciones reactivas ante situaciones vitales
estresantes actuales o pasadas. Por tanto, a nivel terapéutico deberemos
intentar corregirlas pero sin olvidar su origen emocional.
En términos generales, es de
esperar una mejor evolución cuanto antes se hayan repuesto o reforzado los
vínculos afectivos tras aparecer los primeros síntomas.
b) Estrategias para enseñar a los
padres o tutores
El primer objetivo es explicar a
los padres o tutores el origen del problema. A partir de esta comprensión, como
estrategia general, hay que potenciar espacios de comunicación diaria con el
niño. Priorizar la calidad versus la cantidad en la interacción.
Fomentar que explique sus
sentimientos y emociones (tristeza, alegría, etc.) más que lo que ha hecho
(jugar, ir de excursión, etc.). Al respecto puede utilizarse el Diario
emocional donde se registrará diariamente una cosa que el niño ha vivido
positivamente y otra en la que debe mejorar. Esto debe servir de base para que
los padres razonen con él los aspectos de sus sentimientos y comportamiento que
les preocupa. Normalmente esto puede hacerse por la noche justo antes de acostarse.
Marcar muy claramente las
consecuencias de las conductas que queremos corregir (castigos) pero, cuando
ocurre la conducta, no le gritemos ni intentemos pedirle explicaciones, o
razonar lo sucedido. Para ello podemos utilizar el espacio nocturno del "Diario
emocional" donde todos ya estamos más relajados.
Cuando se produce una conducta
inadecuada que queremos corregir, retiremos (en la medida de lo posible) la
atención (tiempo fuera u otros) y hacerle saber que estamos tristes porque él
puede hacerlo mejor. De esta forma el niño pasa de ser la víctima a sentirse
responsable de la “tristeza” de los padres. Esto puede ser muy eficaz en niños
que precisamente tienen temores a la pérdida o distanciamiento emocional de los
padres, no obstante debe utilizarse con cautela debido a que hablamos de niños
con problemática afectiva.
Hay que rechazar las conductas
malas del niño, nunca al propio niño. Es decir, le diremos que se ha portado
mal pero no que es un niño malo, desobediente, etc.
Para trabajar aspectos concretos
de su conducta, utilizar la economía de fichas mediante gráficas visuales.
Pactar premios por anticipado y definir las reglas de juego.
Intentar incrementar el tiempo de
ocios juntos.
Recordarle cuanto le queremos y
lo importante que es él para la familia. Darle protagonismo y saber alabarle la
conducta o el trabajo correcto inmediatamente después que lo lleve a cabo.
Si hay problemas de impulsividad
o atención, podemos incorporar juegos que fomenten la demora de la respuesta y
el pensar antes de actuar. Es mejor establecer un horario diario para que
podamos estar con él juntos. Estas actividades deben ser vividas por el niño
como un espacio lúdico no como unos deberes.
Los padres deben ser capaces de
abrir, desde muy temprana edad, una puerta en el niño para que pueda dejar
salir sus sentimientos y emociones. Saber escuchar, acompañar, conectar con el
mundo interior infantil, es la mejor manera de construir un joven sin complejos
y con buena autoestima. Todo esto recobra especial importancia en niños que por
un motivo u otro han visto truncado el vínculo temprano.
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