Con sus 65 centímetros, Santi ve
fijamente a su papá, que intenta mandarlo a la cama, mientras él se mantiene
firme, agarrado de la silla que se tambalea, enfundado en su pijama de felpa
con dos tiernos ositos dormilones en el pecho. Sus piernitas, todavía un poco
arqueadas, lo sostienen cuando pide a gritos “¡Upa!”, para ser levantado en
brazos y sentarse en las rodillas de papá (son las 11 de la noche). “Ese niño
se va a caer, cárgalo”, grita la abuela desde el fondo de la habitación.
Mientras, Santi mira a su padre y lo
reta. Sus armas: Él mismo, junto con su voluntad inquebrantable y todo el
tiempo del mundo para salirse con la suya. El mensaje: “De aquí nadie sale
hasta que hayas jugado conmigo al caballito; ¿te quieres ir a dormir ahora o
después de tres horas? Yo estoy dispuesto a todo, tú decídelo”. La mamá hace
horas que cedió a la voluntad del pequeño, y observa la escena cansadísima y
con algo de distancia. Sin duda, está presenciando el nacimiento de un “Pequeño
Emperador”…
El término tirano o emperador (de ahí el
nombre del síndrome relacionado) es relativamente nuevo, y se usa para
referirse al niño o niña excesivamente dominante, voluntarioso y “cruel”, que
consigue lo que quiere a través de la manipulación.
En una miniatura de menos de un metro, te
puedes encontrar al ser más egocéntrico, egoísta y autoritario. Con esos
grandes ojos hará cualquier cosa por llamar la atención, y aunque no pueda
elaborar un discurso, exigirá lo que considera sus derechos, sin tomar en cuenta
en absoluto los de los demás. Sí, queridos padres, un niño de estas
características los hará ver su suerte y poner a prueba todo su poder personal.
LA REENCARNACIÓN DEL FARAÓN, ¿O QUÉ LO HIZO
ASÍ?
En torno a este tema hay opiniones
encontradas entre los expertos. Algunos teóricos consideran que se trata de
niños que, por alguna razón, genéticamente tienen dificultad para percibir las
emociones y para aprender las lecciones morales. Sin embargo, en la opinión de
la mayoría de los expertos, esta teoría tiene poco fundamento, sobre todo si
consideramos que hay ciertas culturas en las que sería impensable que un hijo
golpeara a su madre.
Aún dando por cierto que la herencia puede
marcar cierta tendencia en estos niños, estamos seguros de que la influencia de
la educación en los primeros años es determinante en la formación de su
personalidad. Dicho de otra forma, a pesar de que cada niño nace con su propio
temperamento y peculiaridades, podemos afirmar que la mayoría de los llamados
niños tiranos han sido criados sin límites familiares ni sociales; es decir,
así los hacen los padres.
Después de varios años de estudio, Jirina
Prekop ha encontrado diversas coincidencias entre estos niños antes de los 2
años, como ser hijos únicos, primogénitos, o bien, el hijo menor con gran
diferencia de edades; hijos adoptivos o considerados como niño en peligro
debido a alguna lesión o enfermedad, por lo que se les han brindado cuidados
especiales.
Al parecer se identifican más niños que
niñas con estas características (una niña por cada cinco niños, según Jirina),
y también anota que hay que considerar el factor de una posición económica
estable, o sea niños que no tienen problemas de alimentación, vestido, casa,
etcétera, sobre quienes se vuelcan sus padres con gran entusiasmo, dispuestos a
darlo todo –hasta su cabeza en bandeja de plata, de ser necesario- con tal de
no tener problemas.Esto es parte de la interesante situación hogareña: Unos
padres que no pueden poner límites, quienes temen darle al niño un “NO” por
respuesta (para no traumatizarlo o para acabar rápido con el problema y no
escucharlo gritar o llorar) y acceden a todo lo que quiere, cumpliéndole toda
clase de deseos y caprichos con tal de hacerlo feliz.
¿QUÉ HE HECHO PARA MERECERLO?
Muchos adultos actúan como víctimas a
partir de sus propias experiencias de la infancia. Si, por ejemplo, el
autoritarismo de sus padres les impidió realizar sus aspiraciones y enfrentar
el mundo con seguridad, y no son capaces de tomar sus propias decisiones,
llegado el momento de formar su propia familia, buscarán establecer un nuevo
tipo de relación con sus hijos, en la que reine un absoluto respeto por sus
decisiones, gustos y emociones desde que son pequeños. Es decir, estos padres
que vivieron malas experiencias, se abstienen de mantener una actitud educativa
firme con sus hijos, queriendo evitar que sean inseguros y desarrollen una baja
autoestima. Sin embargo, el efecto será el contrario. No pueden poner la
responsabilidad de tomar decisiones en un bebé o en un niño, olvidando que los
adultos son ellos, y que justamente son los encargados de brindarle seguridad.
También están los padres que consideran a
su hijo como especial, por cualquiera de los motivos antes mencionados. En
tales casos, la idea de los padres es compensar al niño y sobreprotegerlo,
evitando a toda costa que sufra.
Lo anterior no significa que se deba volver
a los métodos restrictivos de antaño, pero tampoco dejar al niño a la deriva,
pues él necesita contar con un marco de referencia claro, unas bases seguras,
que sólo los adultos –sus padres o tutores- pueden ofrecerle a través de una
disciplina firme y cariñosa desde que llega al mundo.
Las conductas de los padres que provocan a
un pequeño tirano:
·
Los
protegen demasiado, impidiendo que maduren por sí mismos.
·
Claudican
continuamente ante sus peticiones y caprichos, incapaces de ver al niño sufrir.
·
Ante la
primera señal de ansiedad o malestar, retiran al niño de cualquier situación
que le genera frustración.
·
Temen
imponer su autoridad y no establecen límites claros a tiempo.
·
No les
exigen el cumplimiento de responsabilidades ni les llaman la atención en casos
de desobediencia.
·
Dejan la
educación en manos de los abuelos u otras personas que no imponen autoridad.
·
No tienen
metas claras para orientar a sus hijos y creen que los deben dejar que se
desarrollen conforme a sus inclinaciones naturales.
·
No les
enseñan a controlar sus emociones y reacciones.
·
Son
temerosos. Generalmente prefieren quedarse callados antes que discutir con sus
hijos, por lo que toleran que les griten o los agredan, incluso en presencia de
otras personas.
QUÉ ESPERAR A FUTURO: ¿UN PEQUEÑO
MUSSOLINI?
La conducta de una pequeña o pequeño por
esta vía raramente arroja resultados positivos. El niño con estas
características, no sólo se vuelve una pesadilla para la familia, sino que
también se convierte en un problema en la escuela, donde suele tener constantes
conflictos con la autoridad y con sus compañeros, quienes lo rechazan
frecuentemente por sus actitudes. Es muy probable que al crecer desarrolle
serias dificultades para establecer relaciones afectivas sanas y logre poca
obediencia entre los de su tamaño.
Puede ser un niño o niña que sufrirá mucho
y siempre estará angustiado, porque su satisfacción y autoafirmación dependerán
del poder que tenga para obtener cosas y manipular a los demás. Lo más negativo
es que el niño aprende a asociar el poder y la manipulación con el afecto.
PASAR A LA ACCIÓN
La disciplina comienza con los hábitos.
Desde pequeños, los niños necesitan normas, reglas y límites que regulen su
conducta y que les den seguridad, para que más tarde aprendan a determinarla
ellos mismos. El niño puede hacer la rabieta que quiera, pero para ustedes –los
padres- estos son momentos clave en los que deben imponer límites firmes e
inmediatos. Si no hacen que se respeten las normas de convivencia y toleran
actitudes de violencia, abuso y caprichos, el niño sentirá que ha logrado
impresionarlos.
RETOMEN EL PODER
No podrán modificar estas conductas de un
día para otro. Es una tarea que toma tiempo y que requiere de mucha paciencia y
de cambios profundos en los patrones que han utilizado para educar al niño y
demostrarle su afecto.
En este sentido, los padres deben trabajar
primero el tema de sus propias culpas, respecto a no haberle dedicado a su hijo
el tiempo necesario, a haberlo mimado demasiado y/o a no haber sabido ponerle
límites cuando era indispensable. A partir de este punto, deberán comenzar a
hacer todo lo que se requiera para retomar la autoridad y ejercerla en todo
momento con firmeza y determinación.
Es claro que siempre es más fácil prevenir
que remediar, de tal forma que unos padres que no han podido evitar que su hijo
se convierta en un tirano, es porque éste se les ha salido de control, ya sea
porque no han sabido cómo ejercer su autoridad, o bien, porque han utilizado
métodos disciplinarios inadecuados o ineficaces.
Para esta labor reeducativa es fundamental
que se unifiquen los criterios de todos los adultos de la casa; que papá y mamá
se pongan de acuerdo, sin importar si viven juntos o separados. Con frecuencia,
en las parejas hay puntos de conflicto y posturas opuestas sobre diversas
opciones educativas, y el niño sabe muy bien cómo aprovecharlas.
¿QUIÉN PODRÁ AYUDARNOS?
Si están en esta situación, lo más
importante es que ambos padres reciban orientación profesional por parte de un
psicólogo infantil que cuente con experiencia en trastornos emocionales y de la
conducta. En algunos casos, además podría ser útil la terapia
cognitivo-conductual para trabajar con el niño, en apoyo a la labor de los
padres en casa. Esta es una forma de intervención psicoterapéutica, cuya
hipótesis de trabajo es que los patrones de pensamiento llamados distorsiones
cognitivas, tienen efectos adversos sobre las emociones y la conducta, y que,
por lo tanto, su reestructuración – por medio de intervenciones psicoeducativas
y práctica continua- puede mejorar el estado de su hijo.
También pueden participar en sesiones de
intercambio de información y de experiencias, junto con otros padres de familia
que estén atravesando por problemas similares con sus hijos. El asistir a
conferencias o talleres en los que se discute abiertamente sobre problemas
habituales en los hogares, puede motivarlos y favorecer que recuperen algunas
viejas prácticas educativas y que aprendan otras nuevas, para lograr su
objetivo de reconvertir al pequeño y hacer más placentera la convivencia
familiar.
No están solos. Existen muchos padres más
en estas circunstancias, a quienes el recibir orientación profesional adecuada
y oportuna, les ha ayudado mucho a lidiar con la situación y a resolverla.
Nunca olviden que tienen en sus manos la
formación de una personita maravillosa. El mayor interés de los padres es que
sea un individuo feliz, pero paradójicamente, el complacerlo en todo, no
ponerle límites y hacer lo que el niño quiere, sólo lo convertirá en un
individuo inseguro, con problemas e infeliz.
Las reglas de oro de una disciplina
positiva son:
·
Establecer
reglas, límites y consecuencias claras y razonables.
·
Ofrecer
explicaciones coherentes y dar buen ejemplo.
·
Actuar
con firmeza.
·
Ser
consistente.
·
Controlar
las propias emociones (las del adulto).
·
Acentuar
lo positivo y desaprobar la conducta negativa en el niño.
·
Respetar
los acuerdos entre los padres, mostrando un frente común ante el niño.
· Enseñarle
el valor de los sentimientos y otras formas de expresarlos, con actos positivos
y generosos.
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